domingo, 27 de septiembre de 2009

he comido.

G: - Estos son los mismos caramelitos que se fabricaban en 1857, tenían hasta la misma cajita, me acuerdo cuando los probé se podían sentir al tacto los pequeños terroncitos de azúcar pegoteada encima… aglomerada… ¿los probaste?
A: - Los probé… una porquería me parecieron, en este año y en cualquiera… nunca tuvieron gusto a nada, o por lo menos no a nada muy rico…
…- Che, esto pareciera que no esta arrancando…, creo que no te deja bajar mas de un archivo a la vez…o no se instaló bien.., no se.
B:…Exactamente la misma cajita ¿¡dijiste!?...Todo es igual, la misma tipografía, el mismo sellito en la parte de arriba con esa calcomanía que parece lacrada. ¡Todo lo mismo! parece un chiste…
Hay de naranja también…también son iguales…
…¿ya bajaste los subtítulos?
A: - No hace falta, vienen pegados…
Enter. Enter. Enter. Enter.
A: - Che, esto se trabó.
B: - Como que se trabó?, que quiere decir eso ¡? No se puede trabar una conexión…
A: - Bajó 15 min. y se trabó… ¿vos tocaste algo ?
G: - No, no toqué nada.

Miré si entender durante un rato. La mayor parte de la obra fue como si hablaran en otro idioma, como si dijeran cosas inconexas apelando a recursos paralelos al sentido común. Me sentía raro, sentado en mi estúpida butaca de cuero viejo. Un solo movimiento y los resortes vencidos se quejan. El silencio de la sala también me ponía incomodo, quería preguntarle algo a alguien, ¡bostezar!
Veía al tipo del asiento de al lado; conectadísimo, fluía en simultáneo con los actores, susurraba cosa: uff, sssss, pss, asentía o negaba con la cabeza. A veces la movía de manera circular.
Pasada una hora y cuarto me harte. No había mas remedio, tenía que repensar la propuesta. La obra estaba llegando a un punto tedioso, infinito…
Pasaron unos minutos y hubo un corte, un descanso. La obra pausó en un intervalo y yo salí a tomar el aire.
Recordé la sensación del infinito y me dio tanto vértigo… me quedé pensando en la palabra vértigo y me vino una imagen de cuando era chiquito y me estaba por tirar en patines por la bajada de mi calle.
Pensé en porque finalmente había decidido tirarme.
Pensé en que tal vez no tenía la voluntad de comprender la obra, o que no sabía como.
Me incorporé de súbito. Ya estaba en el teatro de nuevo.
El cuero deshilachado del asiento y mis manos apoyadas en él.
La obra continuaba y en el escenario nada cambió. Los mismos actores, los mismos elementos dispuestos… ¿Qué hace ahí una cortadora de pasto antigua?
Comprendo que el dialogo está totalmente separado de las acciones. Está lo que dicen y está lo que hacen. Están los elementos también. Tres mundos, vocifero bajito...
Con cierto frenesí comenzaron mis talones a golpear contra el piso.
Algo me distrae: - Señor, ¿puede dejar de golpear por favor?

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