martes, 23 de junio de 2009

Texto: No conozco a Duchamp

El nunca tuvo una idea sostenida de lo que era el arte.
Ella no sabía lo que era el arte.
A él le daba vergüenza lo que pintaba y dibujaba. Aisladamente proyectaba otras prácticas que no hacía. Leía, no escribía. Solamente leía, y cuando leía miraba por la ventana sin importar la hora que fuera.
Ella lo iba a visitar con frecuencia relativa a encuentros a los que él accedía. Hablaban. A veces discutían, pero poco. En general coincidían.
Hay que decirlo, él muchas veces no sabia muy bien de que hablaba, pero improvisaba bastante. Ella se daba cuenta y le parecía muy simpático.
El la construía a ella y ella lo constituía a él.

-¡No es volumen!, es profundidad, corrige él.
Ella proclama por la igualdad en las mentes pensantes ante un hecho estético:
-¡No me expliques nada!, creo que puedo darle algún significado a todo esto sin siquiera conocer a Duchamp.
-“Eso sería ideal”, responde él, aunque la cabeza le rebotaba como un resorte.
- Específicamente trabajo sobre el campo de las posibilidades, sobre lo que pudo ser o fue y está siendo. Un estado de profecía no incumplida, una especie de Mesías que no llegó ni está por venir, un intento de no declarar demasiado.
- Para mí estas declarando, no podes dejar de hacerlo, aunque no aclares tu postura estas declarando…
- Ok, pero no me rompas la pelotas.
- ¿Ves? te pones nervioso.

Se quedó callado un rato.
Pensó que tal vez, el silencio siempre había acompañado de manera un poco incrédula la contemplación del arte.

No hay comentarios: